
Luka viene construyendo un camino bastante personal con este disco. No se apura, no busca encajar en una tendencia, y eso ya marca el tono desde el primer minuto. “Last Resort”, el tema que le da nombre al álbum, es una canción que no quiere llamar la atención por volumen o por algún truco de producción, sino por cómo está contada.
La instrumental avanza con un ritmo parejo y suave. Nada se impone ni tapa lo demás. La guitarra acompaña como si estuviera sosteniendo una charla tranquila, y la batería entra con lo justo, sin querer ocupar más espacio del necesario. Es un armado simple, pero bien pensado. No hay golpes inesperados ni arreglos que quieran demostrar algo es música que respira y se mueve a su tiempo.
La letra sigue ese mismo espíritu. No intenta hacer una declaración grande ni soltar frases que parezcan “importantes”. Más bien dice algo que venía guardando. Se entiende que pasó por algo y lo está soltando sin querer convencer a nadie. Es una forma honesta de escribir, y ahí es donde el tema encuentra su fuerza.

Un detalle que suma mucho es que todo el disco se grabó en vivo en Angie Studio, en Cantal. Ese dato no está puesto porque sí, explica por qué la canción tiene ese clima tan natural. Se escuchan pequeñas respiraciones, el movimiento de los músicos, la dinámica real de una sala.
Esa forma de trabajar no parece una pose ni un intento de hacer “lo retro”. Simplemente es lo que le funciona a Luka. Y cuando algo se hace desde la comodidad propia, se nota. “Last Resort” fluye sin esfuerzo y consigue transmitir lo que quiere sin levantar la voz.